Lo de Franco con la masonería era una verdadera fijación, una manía persecutoria, aunque la idea de la confabulación judeo-masónica no es suya, se acuña a finales del siglo XIX por autores antimasónicos, algunos pertenecientes a los jesuitas. Franco la toma de ellos, incorporándola a su particular discurso contra los masones." Así se expresa el masonólogo Alberto Valín, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Vigo, confirmando que, para Francisco Franco Bahamonde, la masonería se convirtió en una verdadera obsesión, algo así como un enemigo personal al que atribuía todos los males de la Patria.
De hecho, el general dio tempranas muestras de su peculiar fobia, antes de iniciarse la Guerra Civil. Cuando fue nombrado director de la Academia Militar General de Zaragoza, los enemigos que más encarnizadamente persiguió, expurgándolos como cizaña de aquel ámbito sagrado, fueron el comunismo, los masones y la sífilis, para él verdaderos jinetes del Apocalipsis. Y al levantarse en armas contra el gobierno republicano en julio de 1936, ya proclamó que lo hacía para liberar a España del comunismo y la masonería. El diario El defensor de Córdoba lo dejaba claro el 24 de ese mes: "Luchamos para formar un solo frente nacional contra los judíos y las logias de masones, contra Moscú y las sociedades obreras de tipo marxista". El 15 de septiembre, Franco publicó el primer edicto antimasónico de la España sublevada, declarando a la francmasonería fuera de la ley y culpando a sus miembros de "crimen de rebelión".
Cumpliendo con esta proclama, persiguió a la masonería con especial empeño. En las ciudades que iban cayendo al avance de sus tropas, los masones eran encarcelados, sus bienes confiscados y anotados los datos de parientes y amigos. Por citar dos entre innumerables ejemplos, el local de la Logia Turdetana de Córdoba fue incendiado, y el Templo Masónico de Santa Cruz de Tenerife, incautado y convertido en sede de Falange.
Su afán inquisidor fue tan exhaustivo que el fichero de miembros y simpatizantes engordaba de forma espectacular, por lo que, en 1937, nombró a Marcelino Ulibarri director del Servicio de Recuperación de Documentos, con sede en Salamanca, para reunir allí todo lo incautado a las logias y centralizar la información sobre sus miembros. Y cumplió su misión mejor que bien. El profesor Valín, buen conocedor de la documentación elaborada en esa época, señala que "siendo alrededor de 4.500 los masones activos en la España de 1936, el Servicio llegó a confeccionar más de 80.000 expedientes personales de masones y simpatizantes, fichando incluso a quienes lo habían sido en el siglo XIX, tanto en la Península como en las colonias". Hoy es el Archivo General de la Guerra Civil, y cuenta con el más importante fondo documental sobre la masonería y su persecución en esos tiempos.
ntre los muchos datos que reflejan la peculiar obsesión de Franco por acabar con la masonería y borrar, incluso, el rastro de su memoria, resulta llamativo el que, el 21 de diciembre de 1938, diera un plazo de dos meses para eliminar de todos los cementerios cualquier símbolo masónico que existiera en sus tumbas y panteones.
Cuando, en 1939, dictó la Ley de Responsabilidades Políticas que declaraba fuera de la ley a las logias masónicas y a sus miembros, tuvo la cruel argucia de hacer retroactiva su aplicación hasta 1934, lo que le permitió perseguir impunemente a todos aquellos que eran masones cuando su actividad resultaba perfectamente legal en los años previos a la Guerra Civil.
Su inquina llegó a establecer que las sanciones económicas se cobrarían "aunque el responsable falleciere antes de iniciarse el procedimiento", haciéndolas efectivas con cargo a la herencia, e incluso responsabilizando de la deuda a los herederos. Ni la muerte, pues, limpiaba la mancha de ser masón.
La amenaza permanente
Terminada la contienda, en marzo de 1940 Franco promulgó la Ley para la Represión de la Masonería y el Comunismo, creando el Tribunal Especial del mismo nombre para su aplicación. Esta ley castigaba a masones y simpatizantes con penas que alcanzaban los 30 años de cárcel para los grados más altos. La masonería, en definitiva, representaba tan grave pecado que nadie podía ser miembro de un Tribunal de Honor militar si tenía algún pariente, hasta segundo grado de consanguinidad, que hubiera sido masón.
1940, año de la "Entrevista de Hendaya" entre los dos dictadores: el Generalísimo Francisco Franco y su aliado el Fürher Adolf Hitler.
Franco convirtió su monomanía antimasónica en uno de los pilares ideológicos del Régimen, y en sus discursos nunca faltaba la tradicional coletilla sobre la confabulación judeo-masónica unida al comunismo internacional. La masonería era la amenaza permanente del "enemigo que acecha en la sombra" y la causa de todos los desastres históricos de España, desde la pérdida de Gibraltar a la de los territorios de América, pasando por Cuba y Filipinas. Incluso hubo quien consideró a la II República Española, en bloque, como una "operación masónica", ya que seis de sus jefes de gobierno pertenecieron a la masonería y en las cortes constitucionales de 1931, de los 470 diputados existentes, se estima que 150 eran masones. Repartidos, eso sí, entre todos los partidos políticos, tanto de la izquierda como del centro y la derecha.
- Mozart - Masonic Music
- Formato audio: mp3 + m3u
- Tamaño: 45 MB
Contenido del CD:
- Francisco Franco: Discurso refiriéndose a la Masonería Española
- Masonic Music - Adagio y Fuga
- Masonic Music - Adagio y Fuga
- Masonic Music - Masonic Funeral
- Masonic Music - Masonic Funeral
- Masonic Music - Masonic Funeral
Filesonic:
muy bien por poner esto, ese degenerado golpista asesino ladrón y cabrón hubiera mandado a fusilar a mozart también (y robarle todas sus pertenencias), sin duda alguna.
ResponderEliminara propósito, el blog es excelente,
felicitaciones, gracias,saludos cordiales y bravo.